En este quinto domingo de Cuaresma, el Evangelio nos presenta una profunda enseñanza de Jesús sobre la misericordia y la justicia. A través de la escena de la mujer sorprendida en el adulterio, Jesús nos revela que Dios no busca condenarnos, sino salvarnos. La actitud de los escribas y fariseos, que buscan aplicar la ley de manera estricta para juzgar y condenar, se encuentra con una respuesta poderosa de Jesús: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra” (Jn 8,7).

La catequista Ingrid Castillo destaca que este momento nos invita a reflexionar sobre nuestra propia fragilidad: “Todos necesitamos el perdón de Dios, y esta escena nos recuerda que no somos jueces de los demás”. Jesús, en su infinita misericordia, nos enseña a mirar a los demás con compasión, reconociendo nuestras propias debilidades y el perdón que Él nos ofrece.

Julio Huidobro también resalta la segunda parte del Evangelio, cuando Jesús le dice a la mujer: “Tampoco yo te condeno. Vete y no peques más” (Jn 8,11). “La misericordia de Jesús va acompañada del llamado a la conversión”, explica Julio. “Dios perdona, pero también nos invita a cambiar de vida y a caminar en una nueva dirección”. Esta enseñanza nos recuerda que la conversión es un proceso continuo que debemos acompañar con oración y la práctica de los sacramentos, como la reconciliación.

Los catequistas nos invitan a seguir el ejemplo de Jesús, viviendo con un corazón más compasivo y un espíritu más humilde, buscando siempre el perdón y la paz, tanto con Dios como con los demás.

Este Evangelio, cargado de amor y perdón, nos reta a vivir con mayor misericordia y a ser testigos de la bondad infinita de Dios.