Juan Carlos Fuentes, catequista de la Zona Oeste, nos comparte su reflexión sobre cómo Jesús pasa la noche en oración en un cerro, buscando la voluntad del Padre. Al amanecer, Él llama a sus discípulos y escoge a los apóstoles, quienes serán los primeros pilares de la Iglesia. Tras este acto de elección, Jesús baja al llano y se encuentra con otros seguidores, dando inicio a lo que se convierte en una comunidad que ha de propagar el mensaje del Reino de Dios.

El momento central del Evangelio está marcado por las bienaventuranzas, en las que Jesús proclama la felicidad de aquellos que sufren, los pobres y los que tienen hambre, invitándolos a la esperanza de un futuro lleno de consuelo. Jesús nos recuerda que ser discípulo y apóstol no es fácil, pero que quienes enfrentan la adversidad con fe encontrarán la verdadera bendición.

El catequista señala que las lamentaciones que siguen, dirigidas a los ricos, los satisfechos y los que ríen, no son un reproche, sino una advertencia de que la verdadera satisfacción no está en los bienes terrenales, sino en los del Reino de Dios. “Jesús no odia a los ricos, sino que les pide que no confíen únicamente en sus riquezas, sino que busquen la felicidad duradera en el amor y la justicia de Dios”, concluye Juan Carlos.

Esta reflexión nos invita a hacer un examen de conciencia: ¿En qué estamos buscando nuestra verdadera felicidad? ¿Estamos dispuestos a seguir a Jesús, aún cuando el camino implique sacrificio?