El lenguaje de la iniciación no es un elemento del lenguaje cristiano originario. No es indispensable su uso en el lenguaje cristiano. Se puede prescindir de usarlo. Lo importante es lo que dicha palabra designa. La palabra iniciación no es bíblica. Tampoco pertenece a los primeros siglos del cristianismo. Se empieza a usar entre los siglos IV – V: Justino, Tertuliano, Orígenes. Se deja de usar en la edad media. Reapareció en Europa en el siglo XV-XVI. Revaloración y reapropiación, siglo XX y XXI. Se retoma la afirmación: “cristiano no se nace, sino que se llega a ser”. En el espacio no europeo: el cristianismo entra en contacto con iniciaciones no cristianas. En Europa y los países “cristianos”: el descubrimiento de que en este mismo espacio se dan formas iniciáticas que no se pueden desconocer. En el siglo XX la Iglesia toma conciencia de la realidad de los bautizados no adheridos. Restauración del catecumenado (Concilio Vaticano II). Gracias a ello, la iniciación recupera su sentido, pero siempre y cuando se vincule efectivamente a prácticas, en este caso a la del catecumenado. De lo contrario, la intención de iniciación resulta superficial o evoca un pasado que no existe. (Revisa Artículo completo aquí).